María
Pilar Martínez Barca vive en Zaragoza. Es una escritora, poeta y
doctora en Filología Hispánica de 49 años. Se considera a sí
misma una persona cabezota y luchadora respecto a los temas referidos
con su discapacidad, es paralítica cerebral. Habitualmente escribe
para el Heraldo de Aragón
y para la revista Humanizar.
Es autora de varias publicaciones como "Epifanía
de la luz", "Historia
de amor en Florencia", "Flor
de agua", y "
La manzana o el vértigo",
entre otras.
-
En los años sesenta, en una España muy poco mentalizada con los
temas de integración, ¿se sintió muy alejada del resto de sus
compañeras?
- Yo en los
años 60 no tenía compañeras, estudiaba en casa gracias a la ayuda
de mis padres y gracias a Auxilia (Asociación de ayuda a personas
discapacitadas) puede sacarme los estudios primarios y el graduado
escolar. Más tarde con INBAD (Instituto nacional de bachillerato a
distancia) pude hacer bachillerato y COU. Cuando llegué a la
universidad siempre me sentí como una persona más entre mis
compañeros.
-
Para aquellos que muchas veces nos hundimos ante los escollos que
aparecen en nuestras vidas, usted es un ejemplo a imitar. ¿De dónde
sale su fuerza?
- No soy ningún ejemplo a seguir, soy
una persona más con limitaciones. Yo pertenezco al Foro de Vida
Independiente y desde ahí tratamos de cambiar el nombre de
discapacidad por el de diversidad funcional, ya que todos somos
diversos, nadie es un ejemplo porque todos somos diferentes cada uno
con su dificultad. Por esta causa sí puedo considerarme una
luchadora.
La
fuerza está en el interior, yo la saco porque soy creyente de Dios y
gracias a Él y a la literatura tengo fuerzas para seguir adelante.
En mi opinión creo que tengo una misión a través de la literatura
y a través de divulgar que somos diferentes ya que tenemos derecho a
la vida. Mi madre siempre me decía: "tú te crees una
salvadora" y me criticaba por ello. Recuerdo que una vez escuché
en la radio que los presos en los campos de concentración aguantaban
más y tenían más fuerzas porque consideraban que estaban allí por
una misión, para transmitir al mundo sus experiencias en ese lugar.
-
¿De dónde partió su vocación para estudiar Filología
Hispánica?
- En Auxilia una profesora me daba clases
en un aula colectiva con cinco alumnos diversos que no habíamos
podido estudiar en cualquier clase. Allí mismo impartían una
especie de tutorías de arte e historia. Fue Carmen Sender (profesora
que impartía la tutoría) la que me influyó en estudiar filología,
a pesar de que la historia no me gustaba nada.
- ¿Qué lugar ocupa la poesía en su vida?
-
Desde pequeña me entusiasmaba la poesía, y todavía no he podido
dejarlo. Empecé a escribir poesías de cumpleaños a los 6 o 7 años.
A los 12 decidí que quería ser escritora, a pesar de que mis
poesías eran muy malas. Aprendí a escribir poesías en COU. Me
apunté a un cursillo de iniciación a la poesía impartido por
Rosendo Tello. En el taller le dábamos nuestras poesías anónimas y
él nos las devolvía corregidas con nuestro nombre escrito. Las mías
siempre estaban tachadas en rojo. Recuerdo un día en especial que
salí del cursillo muy enfadada (se ríe). Había algunos alumnos que
no aguantaban tanta presión y abandonaban, ya que él era muy
estricto. Un día el profesor cogió una de mis poesías y le dijo al
resto de los alunmos que yo tenía madera, así que dos años después
formamos un pequeño grupo para que Rosendo nos diera unas clases
“particulares”. De este curso salieron grandes poetas. Llegó un
momento en el que yo me veía atada porque solo escribía lo que él
me decía, así que decidí escribir por mi cuenta, ya que la técnica
ya me la había aprendido. Dicen que escribir poesía es como pintar,
primero hay que seguir una técnica y después dejarse llevar por tu
estilo. También la comparan con el piano, ya que todo el mundo se
pone a tocar (o a escribir en este caso) sin haber aprendido antes.
-
En "Epifanía de la luz" describe sus experiencias
infantiles y adolescentes, ¿cuál de ellas le marco más?
-
Me cuesta mucho elegir una en concreto, pero posiblemente sería las
veces que estaba en casa con mi madre y con mis tíos, pasaba mucho
tiempo con ellos porque estudiaba allí. Hay un poema muy especial en
“Epifanía de la luz” dedicado a mi tío Fermín, estaba mucho
tiempo conmigo.
-
He leído que usted descubrió que la cebolla y el pan también
hablan de amor. ¿Podemos encontrar el amor en casi todas las
pequeñas cosas que nos rodean?
-
Sí, el amor está en todos los sitios, esto es tan evidente que no
sé ni como contestar. Yo conocí a Jesús en un viaje, encontré el
amor allí, en un autobús. El amor viaja en autobús. El amor
podemos encontrarlo en las cosas cotidianas, el amor está en todos
lados, en cualquier acto o acción.
- "La manzana o el vértigo" está dedicada a su gran
amor, Jesús Alba, ¿cómo ve el amor en estos tiempos donde triunfa
el desamor?
-
No es verdad, no triunfa el desamor. El amor es una de las fuerzas
que nos mueven. ¿Cómo va a haber desamor si el amor nos mueve y nos
hace vivir?. Existe la comodidad, la gente va a lo cómodo. Tener una
pareja o tener hijos no es cómodo, por eso las parejas se rompen,
pero esto no es desamor.
- En
su obra aparecen "Las verdaderas víctimas sin historia".
¿Quiénes son?
-
Son aquellas personas que no tienen historia. Hay muchas víctimas de
terrorismo, pero sus nombres aparecen en los periódicos; en cambio
hay víctimas anónimas como las mujeres maltratadas o diversos
funcionales maltratados o bien los niños que no llegan a nacer. Esta
gente, estas personas son anónimas y son víctimas, ya que están
sufriendo y nadie sabe quienes son.
- De vez en cuando colabora con la revista Humanizar, ¿qué
supone para usted este trabajo?
-
Muchas cosas, aquí defiendo que los diversos somos iguales y que
somos capaces igual que el resto. En la revista tengo una página
para hablar de discapacidad, hablo sobre la fuerza que tenemos cuando
hay límites. Esto es igual que una goma, cuando la estiras mucho se
puede romper o dar mucha fuerza. La muerte es el límite que todos
tenemos.
- Ganó el premio
Tiflos de Periodismo de la ONCE en la modalidad de Prensa Escrita por
sus artículos y reportajes de 2008 en El Heraldo de Aragón y la
revista Humanizar, ¿Qué significó este reconocimiento dentro de su
carrera?
-
Supuso una gran alegría y me dí cuenta de que tenía que seguir. Si
te quedas en el premio, te estancas. Esto debe ser una anécdota
comparando con todo el trabajo que hay que hacer.
- ¿Cuál es su próximo reto profesional?
-
Estoy terminando una novela titulada “Las tres en raya”. Habla de
tres generaciones que se reúnen.
-
¿Qué consejos daría a los estudiantes de periodismo que van a
graduarse en los próximos años?
-
Ninguno, ¿quién soy yo para dar consejos?. Les diría que estudien
y que como periodistas intenten decir la verdad, ya que el periodismo
está muy politizado.
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