domingo, 5 de mayo de 2013

Secretos y mentiras

Un viejo refrán dice que nadie es un gran hombre para su mayordomo”. Con estas palabras inicia Carmen Posadas su libro El testigo invisible.
Al leerlas yo me pregunto qué ocurre con nuestros actos cuando nos encontramos en la intimidad de nuestras vidas.
¿Podríamos pasar sin mácula una inspección detallada de nuestra vida privada? ¿De esa vida íntima que solo nosotros y aquellos que conviven con nosotros conocen?
¿Cuántas vidas tenemos?
¿Nuestra vida pública tiene alguna conexión con nuestra vida privada?
¿Somos aquello que aparentamos?
¿Cuántos secretos ampara y esconde nuestra privacidad? 



 
Vivimos en un mundo de apariencias, donde cada uno de nosotros desarrolla un papel establecido, un comportamiento adecuado a aquello que pretendemos proyectar.
¿Qué ocurriría si nos mostramos tal cual somos? ¿Seríamos aceptados por los demás? Quizá ese miedo a no ser admitidos es lo que nos hace comportarnos de una determinada manera.
Lo que ocurre es que queremos que nos quieran y el miedo a defraudar a los demás, si dejamos que aflore la realidad de nosotros mismos, es demasiado grande, excesivamente arriesgado como para ponerlo de manifiesto.


Siempre se nos ha dicho “piensa lo que haces y no hagas lo que piensas” quizá llevados por esto, actuamos de una forma acorde con lo que se espera de nosotros y, quizá, dejamos para la intimidad nuestras miserias.






No hace falta más que observar el miedo que tienen ciertos personajes públicos a que salga a la luz su verdadera realidad. Cuántos contratos de confidencialidad con el servicio son pactados al contratar a alguien que trabaje para ellos, y que graves consecuencias acarrean los secretos revelados sobre muchas personas...
¿Cuántas vidas paralelas desarrollan muchos de aquellos a los que admiramos?
Es posible que si las conociésemos realmente, dejaríamos de hacerlo. De ahí el miedo a que la verdad aflore.




Revisemos nuestras vidas, para que actuemos sin miedo a que nadie que nos rodee en la intimidad, pueda decir nada malo de nosotros. Seamos rectos de conciencia y de actos. No llevemos dobles vidas, no avergoncemos a aquellos que más queremos, dejándoles expuestos a descubrir nuestras miserias… no las tengamos, seamos honestos e íntegros…

Hagamos de nuestra vida una sola verdad que pueda ser expuesta, porque de esta forma ganaremos el respeto de los que nos rodean, y sobre todo, lo más importante, ganaremos nuestro propio respeto. Seamos dignos.