lunes, 29 de septiembre de 2014

Trabajos de otra época

Parece que hemos cambiado totalmente de época y ya no se llevan muchas cosas que antaño eran algo habitual. Hoy mientras iba a trabajar he visto desde el autobús a un hombre agachado limpiando los zapatos de un señorito. Estaban en la terraza del hotel Wellington en la calle Velazquez. Parece increíble que algo que antes era de lo más habitual, ahora se convierta en una extrañeza.

El señor, de unos 70 años, miraba al infinito mientras le limpiaban los zapatos. Como si el mundo no fuera con él. Un caballero chapado a la antigua.


Trabajos como limpiabotas, sereno o afilador de cuchillos deambulante, parecen sacados de otra era hoy en día. Es curioso que a pesar de avanzar, todavía se den casos de personas que siguen viviendo en los 50. Gracias a ellos, profesiones que se han quedado anticuadas siguen vigentes.




jueves, 25 de septiembre de 2014

Sueños

Esta mañana he leído una frase que me ha dado que pensar. 'Si puedes soñarlo, puedes hacerlo' Quizá leerlo y asentir es fácil para todos, pero y ¿cumplirlo? ¿Será igual de fácil?

Es sencillo ver las cosas desde fuera, pero cuando te toca a ti cumplir tus sueños nos acobardamos y nos echamos para atrás a la primera de cambio. Es triste, pero cierto. Es complicado conocerse a uno mismo y cumplir todo aquello que nos proponemos. Nos pueden llamar cobardes, y en el fondo muchos lo seremos, pero otras veces no se trata de valentía, sino de saber qué es lo que realmente queremos, de conocernos a nosotros mismos.



Un amigo mío me dijo el otro día: "tus sueños y pasiones no son negociables". Cada vez que lo pienso creo que tiene más razón que un santo. Renunciamos a muchas cosas diariamente, pero si realmente sabes lo que quieres (algo realmente complicado) hay que luchar por ello.

El vértigo que nos impide ser del todo felices es, en el fondo, miedo. Temor a perder lo que tenemos, aquello estable que nos rodea. Pero ¿ese es real realmente nuestro sueño?





lunes, 22 de septiembre de 2014

'La mujer del tupper'




Observar. Es una gozada el poder dedicarle un tiempo a observar lo que sucede a nuestro alrededor. Y repito, me refiero a observar, analizar, no a que algo pase por delante de nuestros ojos y no le prestemos atención. Personalmente cada día me encuentro con personas a las que me encantaría parar y preguntarles por su historia.

El metro, aunque parezca algo rutinario y aburrido, puede proporcionarnos historias increíbles que descubrir y contar. Durante los tres meses que llevo viviendo en Madrid, me he dado cuenta de que, en general, la vida de los trabajadores es una rutina, mientras que la de muchos es una aventura. Hay mucha gente que sube al metro pidiendo algo que llevarse a la boca. Al despertarse cada mañana, si es que han conseguido conciliar el sueño, comienza su aventura personal diaria. No saben si van a conseguir algo para comer, si van a poder dormir o si van a conseguir ser felices, aunque sea unos minutos.

El otro día un matrimonio se subió al metro. Pedían comida. No querían dinero, simplemente algo con lo que poder alimentarse. Vivían en la calle, Dios sabe dónde. Se notaba, por el olor que desprendían, que la ducha pasó a mejores manos... Eran las 10 de la noche y yo volvía a casa después de trabajar. Estaba lo suficientemente cerca para poder ver lo que sucedió. Una mujer, aparentemente de unos 40 años, con la tez morena, latinoamericana, con las manos algo estropeadas, se veía que había trabajado toda la vida... Se agachó y sacó de una bolsa de plástico un recipiente que contenía su cena. Se la entregó al matrimonio. Los ojos del hombre se iluminaron, se encharcaron en lágrimas. En su mirada se veía agradecimiento, dolor, tristeza, vergüenza. Se me encogió el corazón. 'La mujer del tupper' quizá se pegó una hora, previamente, cocinando algo que acabó en el estómago de una pareja muerta de hambre. La satisfacción con la que tuvo que dormir esa mujer, es la que deberíamos sentir todos al final del día.

jueves, 18 de septiembre de 2014

¿STOP?

¿Qué son los impulsos? Siempre me lo he preguntado. ¿Qué te hace hacer algo que un minuto antes no creías ser capaz de ello? Creo que son un cúmulo de nervios que se forman en milésimas de segundo. Una mano que te empuja desde la espalda a levantarte y salir pitando, a bajar del autobús si ves algo que no esperabas.

Hoy he visto a una persona que conocí hace años desde el bus. Por dentro mis nervios gritaban: ¡bájate! Pero mi razón me decía que esa no era mi parada. No me he movido. Cuando he reaccionado, las puertas se estaban cerrando. En ese momento me he arrepentido. ¿Por qué no me habré bajado? Yo siempre digo que entre corazón y razón, siempre corazón, pero hoy, mis nervios me han jugado una mala pasada.





Los impulsos funcionan así. Se parecen a los trenes. Pasan tan rápido que los coges, o lo pierdes...

No sé si volveré a encontrármela, no sé su número, pero tampoco recuerdo su nombre. Era un momento único. Los impulsos son así, únicos.