lunes, 10 de febrero de 2014

Llegaban

Poner y sacar la mesa, una práctica que todos detestamos, y no porque sea algo costoso o cansado, sino por vagancia. Lo mismo pasa cuando se acerca la Navidad y toca bajar al desván para recuperar aquella caja cubierta de polvo que encerraste hace un año, en el que puede leerse en el dorso la palabra "Adornos". Desmontar toda la parafernalia navideña pero ¿para qué? En menos de un mes hay que quitarlo todo, volver a llenar esas cajas y volver a bajarlas al desván, o algunos, afortunados, subirlos al altillo. Lo gracioso es que cuando se acerca el puente de la Inmaculada los más pequeños de la casa están ansiosos por cubrirse de polvo y abrir todas las cajas repletas de adornos, bolas y demás artilugios, con o sin sonido, navideños. Pero ¿qué hay del belén? Recuerdo que cuando era una niña lo que más ilusión podía hacerme era idear con mi padre cómo sería la maqueta del belén que íbamos a construir juntos. El mío tenía césped, agua, puentes hechos con  papel de aluminio, decenas de pastores y soldados, el castillo de corcho de Herodes y por supuesto el Nacimiento. Los Reyes Magos, montando a sus respectivos camellos, empezaban su andadura lejos del Portal y cada día lo acercaba unos centímetros para acordarme de que el 6 de enero estaba a un día menos de distancia.




Cada año que pasaba, el belén iba menguando, hasta que en las casas quedaba un simple portal en el que divisabas a la Virgen, a José y al Niño. ¡Quién volviese a la infancia! Ahora todo ha cambiado, cualquier cosa puede llegar a ser un portal de belén si sabes hacerlo bien. Imanes para la nevera en el que que tienen como protagonistas al matrimonio con el Niño, a los Reyes Magos y a un pastorcillo con una oveja entre sus brazos. Otros, más originales, idean un belén con latas de coca-cola con los nombres de los protagonistas: María, José, Jesús y Ángel.




¿Qué ha sido de las viejas tradiciones? Pasar la tarde entera del domingo cantando villancicos, sentados en el suelo, todavía en pijama, desenvolviendo las figuras envueltas en papel burbuja o en periódicos de hace diez años. Ahora cuando se acercan las vacaciones llegas a tu casa y tu madre ya lo ha montado todo, ha decorado un poco la casa y fiesta. Las viejas tradiciones se van consumiendo como un cigarrillo en el cenicero: siempre menguan. ¿Y qué pasa con el árbol? Ahora todo tipo de adornos valen, las bolas y el espumillón siempre están presentes, pero cada año se suman nuevos adornos cutres, como esos abetos que ponen en El Corte Inglés pegados en el regalo de Papá Noel. Las largas tradiciones se pierden. Ya no se reciben felicitaciones de Navidad por correo, las nuevas tecnologías asoman la cabeza más que nunca con mensajes Navideños al Whatsapp. Llegará un momento que tendremos un árbol virtual proyectado en la pared y será algo normal. Nos adaptamos sin preguntarnos por qué a la Nueva Era sin dejar espacio en nuestra vida a las viejas tradiciones.

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